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Siempre comparto algo sobre el principio de mi maternidad, suele salir el tema de mi “alergia a los niños”. Y, sí, yo era alérgica a los niños. Por el motivo que fuera, cuando se me acercaba un niño, para mí, todo eran molestias, Pero eso comenzó a cambiar cuando empecé a cuidar de mi sobrina y, definitivamente, cuando nació mi primer pequeñín.

Él fue mi vacuna. Esos grandes ojos que lo seguían todo, esas ganas de vivir y esa actitud positiva me hicieron cambiar una infinidad de cosas. Principalmente, la forma de mirar a los niños. Conecté con tantas cosas…. Mi vida cambió y yo con ella…

Cuando un bebé nace, suele haber una persona que pasa mucho tiempo con él, según se haya decidido que sea la madre, el padre, un abuelo o un cuidador, suele ser la misma persona casi todo el tiempo. Desde esa perspectiva, desde ese lugar privilegiado de observación, los que hayamos tenido la suerte de poder vivirlo, podemos recordar la de horas que estás quieto, casi “sin hacer nada”. Y eso nos permite ser testigo de sus primeros esfuerzos por balbucear, por reptar, por alcanzar los objetos y, más tarde, los muebles, por descubrir, esas ganas insaciables de alcanzar nuevos objetivos. A mí, me fascinó….

En ese proceso, se dan situaciones en las que no nos viene bien que abra determinado cajón o que tire determinado objeto y, si no conseguimos darle una alternativa suficientemente atractiva, puede montar en cólera y ser bastante desagradable, pero yo me planteo: ¿Cómo viviría yo, que mi hijo de 30 años se haya preparado para una subida al Everest y le pongan un impedimento tras otro sin darle una opción válida para poder llevar a cabo su propuesta? Yo lo vería injusto, frustrante, y ¿tú?  

Pues así fue como comencé a transformar mi forma de pensar, desde el punto de vista de un niño o de una persona, independientemente de su edad, desde su necesidad.

Además, cuando nos juntamos varios padres suelo observar dos situaciones, la primera es que, Durante los primeros meses, solemos comentar todo en sentido positivo a cerca de nuestro retoño, pero, conforme empiezan a crecer, nuestros comentarios, suelen tener un tono cada vez más crítico. Y es curioso que, cuando ya tienen cierta edad, además, nos quejamos de que hayan perdido la motivación….

A mí, esto me descoloca… Mientras creces con unas ganas intensas de perseguir objetivos, de alcanzar nuevas metas y explorar límites más lejanos, siempre escuchamos : “Mira que eres cabezón, por ahí no se puede!!”, “Eres un cabezota, te he dicho mil veces que no lo toques más!!!”, “Es que no paras de preguntar!! Eres un pesado!!”, “Ven aquí y estate quieto, que te vas a caer!!!”

¿Cómo te sentirías tú? ¿Cómo te sientes tú, que probablemente hayas recibido, como la mayoría, alguno de estos comentarios?

Yo pienso que para descubrir hay que explorar

Para saborear hay probar

Para decidir y elegir hay que conocer

Para conocer nuestros propios límites tenemos que llegar un poquito más allá

Y, para no matar nunca esa pasión con la que nacemos todos, necesitamos cuidarla.

Por eso, en mi vocabulario ya no existe la palabra “Cabezota”, sino la palabra “Tenaz”. Si te das cuenta, significan lo mismo, lo que cambia es la forma en que el que habla percibe aquello de lo que opina. Si deseamos que nuestros hijos lleguen a alcanzar sus sueños, no podemos darles el mensaje de que es malo perseverar hasta conseguir algo!! Nos quejamos de que tenemos adolescentes  desmotivados, pero les insistimos en que se encarguen de obedecer aquello que les pedimos y se olviden de sus inquietudes!!

¿Recuerdas alguna vez en que dejaste de insistir para alcanzar un objetivo porque alguien te etiquetó de cabezota? ¿O de un objetivo que alcanzaste porque alguien te ayudó en el camino? ¿Cómo lo sientes ahora? ¿Te ayuda a cambiar la mirada hacia nuestros niños?

En este mundo, todos somos conscientes de personas que han alcanzado metas increíbles siendo perseverantes y, por otro lado, tampoco aceptamos muy bien la frustración o el “tirar la toalla” de nuestros hijos. Siempre pongo el ejemplo de que, cuando una persona se propone una meta que nos parece imposible, si fracasa, es lo que esperábamos, pero, si la alcanza, todo el mundo lo reclama y lo alaba…. ¿Por qué no lo apoyamos desde el principio?

Yo lo tengo claro, los sueños no vienen solos, hay que perseguirlos sin cesar.

Si pinchas el enlace, podrás escuchar el magnífico cuento de El Elefante Encadenado, de Jorge Bucay.

Feliz fin de semana!!!