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Tal y como tratemos a un niño, así pensará que merece ser tratado. Desde que llegan al mundo, los niños confían absoluta y plenamente en nosotros, su supervivencia depende de nosotros y, por ello, somos quienes les cuida y orienta con respecto al nombre de las cosas, los peligros, lo comestible, lo saludable, lo adecuado,….

Durante la etapa de bebé solemos ser capaces de hablarles y tratarles de manera amorosa, pero suele suceder que, cuando comienzan a desear tomar sus propias decisiones o experiencias, comenzamos a enjuiciarles. 

En muchas de las ocasiones no somos conscientes de la violencia que llevan implícitos nuestros juicios, críticas, gestos o comentarios. Estamos tan acostumbrados a escucharlo y recibirlo que lo hemos normalizado. 

Olvidamos que cada uno de nuestros hijos es una persona diferente, con un carácter y unas necesidades distintas y, al igual que nosotros y el resto de personas, tiene sus tiempos, sus ritmos y su camino de experiencia en la vida. 

Nuestra labor es cuidarles y acompañarles en función de lo que necesite, pero no enjuiciarles con la intención de que cubran nuestros deseos o expectativas. 

Los mensajes que reciben de nosotros, sus cuidadores de referencia, van quedando grabados en su interior y pasan poco a poco a convertirse en su voz interna, la voz con la que se hablarán a sí mismos. 

Cada una de las personas adultas que conocemos tiene un nivel de exigencia diferente en cuanto al orden, la limpieza, la cantidad de comida recomendable…. Lo que para uno es “ir peinado y bien vestido”, para otro puede ser demasiado o para un tercero demasiado poco… Lo que para uno puede estar ordenado, para otro puede ser demasiado y para otro demasiado poco… Y así con todo… Cada cual tiene su criterio y solemos aceptarlo en otros, pero intentamos moldear a nuestros hijos en función de nuestros ideales y nuestras expectativas. 

Así que, al igual que en un inicio confiaron en nuestro criterio para identificar el peligro, ahora aceptarán esos mensajes como verdaderos, así que si nombramos que son desordenados, así lo interiorizarán, si nombramos que son demasiado lentos también, pero no se nos ocurrirá nombrar que somos nosotros los que somos demasiado rápidos…. Siempre enjuiciaremos negativamente al niño…Cuando simplemente podríamos nombrar la diferencia.

El niño va creciendo y se va identificando con esa etiqueta, así que se la atribuirá y esto le limitará en su vida, sin darse cuenta de que se trata sólo de la percepción de otra persona. Además, pensará que no es suficiente, que no es válido, que no encaja, que siempre toma la decisión equivocada….

Y, por otro lado, si un niño está acostumbrado a depender de la opinión de los demás, a recibir juicios negativos, a ser infravalorado, criticado, gritado, castigado o chantajeado por los demás, aceptará recibir este trato del resto de sus relaciones futuras por parte de amigos, parejas, jefes y demás porque ha aceptado que es la manera natural de relacionarse.

Así que te pregunto, ¿Quieres que tu hijo acepte a una pareja que le grita? ¿Deseas que tu hijo actúe como sus amigos adolescentes esperan o que tenga su propia personalidad? ¿Te gustaría que normalizara e integrara un jefe que lo humilla?