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Antes de nada te voy a contar un secreto y es que el aprendizaje es un proceso emocional. Y sí, esto lo saben todos los docentes. Aquello que aprendemos y no usamos, nuestro cerebro lo olvida, así que no tiene sentido llenar nuestro cerebro o el de los peques con información si no existe una motivación. Ya en la pirámide de necesidades de Abraham Maslow nos deja claro, por ejemplo, que no podemos poner nuestra atención en la creatividad o el estudio si necesidades más básicas como el afecto y la seguridad están cubiertas.   

Es probable incluso que consigamos que nuestros peques y adolescentes se sienten cada día ante sus tareas, las lleven a cabo y las entreguen, pero no conseguiremos con ello que se queden con esa información durante mucho tiempo ni que realmente despierte en ellos un “algo más”. ¿Es eso lo que pretendemos con esta educación? Si es así, entonces estupendo, vamos por el buen camino. Pero si lo que buscamos es una sociedad sólidamente formada, entonces, el sistema que hemos elegido no es el adecuado.

El ser humano ha nacido con la necesidad de aprender, si no no hubiera evolucionado hasta hoy en día, seguiríamos en la prehistoria. Desde que nace un bebé todo en su vida es aprendizaje: aprende que tiene dedos en las manos, que tiene pies, que puede gatear, ponerse de pie, perseguir un objeto… luego comienzan a hablar y a preguntar, lo preguntan y lo tocan todo, quieren hacerlo todo solos… Hasta aquí hemos confiado plenamente en que alcanzarían este aprendizaje, estas habilidades y cada uno a su ritmo, pero ¿por qué a partir de este momento dejamos de confiar en que seguirán alcanzando el conocimiento y las habilidades que necesitan y cada uno a su ritmo? Ya hemos comprobado que no es más feliz ni tiene un mejor futuro aquel que más sabe, sino aquel que hace lo que le gusta, aquel que dedica su tiempo a realizar eso que le apasiona y lo curioso es que dedicando el tiempo a aquello que te encanta no miras el reloj, ni el esfuerzo… Hay niños que pueden pasar horas pintando, dibujando, bailando, construyendo, explorando, observando, hablando, jugando al fútbol… ¿Qué crees que pasaría si les dejamos que nutran su necesidad de practicar esa actividad? ¿Crees que así se sentirían más felices, más plenos, más tenidos en cuenta? ¿Crees que entonces tendrían más capacidad y predisposición para aprender otras cosas que puede que para nosotros, los adultos, sean importantes? ¿Cómo te gustaría que lo hicieran contigo?

Si realmente buscamos que nuestr@s niñ@s y adolescentes aprendan, busquemos la forma de conectar con su mundo, su lenguaje, su motivación. Ellos siempre quieren aprender, sobre todo si es interesante, es responsabilidad nuestra hacerlo posible, de lo contrario, todo aquello que aprendan desde la obligación, el sometimiento y el aburrimiento, únicamente despertará en ellos la apatía y la distancia emocional. 

¡Siéntate a su lado y pregúntale qué le apasiona! ¿El baile, la cocina, los animales, las culturas, viajar…..????  A través de todos esos temas se puede aprender mates, lengua, ciencias, historia, geografía…. lo que marca la diferencia es estar conectado con tu pasión.