google2fe1c6f792688070.html

Cada uno de nosotros nacemos con uno o varios dones, algo que se nos da mejor de manera natural, algo que hacemos durante un tiempo largo sin nada a cambio. ¿Te has fijado cuáles son los tuyos? ¿Y los de tus hijos? Fomentando estos dones podemos llegar a ser la mejor versión de nosotros mismos.

 

Hace relativamente poco tiempo que el ser humano conoce la existencia de varios tipos de inteligencia de manera consciente, sin embargo, de forma natural lo hemos sabido desde siempre.  Cada uno de nosotros, cada una de los bebés que nace, tienen una habilidad especial para desempeñar una o varias tareas. Algunos demuestran tener más fuerza que la media, otros mayor facilidad para emitir sonidos y prestarles atención a los que perciben, otros gestionan las emociones de manera más sencilla…

 

Sin duda, cuando observamos a un bebé o a un niño pequeño podemos distinguir eso que mejor se le da, principalmente porque tiene a realizarlo una y otra vez. Muchas madres se quejan «¡Es que lo quiere escalar todo! Ya le he dicho mil veces que ahí no se sube, que se puede caer, pero ni caso… es muy cabezota…» o «¡Monta unos líos con las pinturas y los potingues! Siempre está inventando algo… Me ha pintado hasta las paredes y sofá…»  

 

Estos niños realizan esa actividad repetidamente porque sienten una necesidad intrínseca, la fuerza imparable nace de dentro y a cada uno de nosotros nos ocurre con una actividad o habilidad diferente, podríamos pasar horas en ello sin que supusiera un esfuerzo, sino todo lo contrario. 

 

Si permitimos que ese niño dedique todo el tiempo que desea a esa actividad la mejorará cada vez más, a la vez que irá creciendo mientras se convierte en un profesional y una persona feliz y realizada. Bajo mi punto de vista, esta es la mejor aportación que podemos hacer al mundo, ya que, gracias a la habilidad natural y al gusto por la práctica, con el mínimo esfuerzo se consigue un avance, así conseguimos grandes profesionales. Además, esos profesionales serán personas que han crecido amando aquello a lo que dedican su tiempo diario, desarrollando su pasión, por lo que el aporte a esta sociedad resulta ser la mejor versión de cada uno de nosotros. 

 

¿Qué sucede si no lo hacemos así? Según el sistema de pensamiento actual,  cuando un niño no tiene mucha destreza para una actividad o asignatura, lo apuntamos a clases de refuerzo, hemos integrado que todos tenemos que saber de todo, pero lo cierto es que cualquier información que no nos interese genuinamente, va a ser borrada de nuestro cerebro de manera natural. Si no, ¿cuántas cosas has estudiado que no recuerdas?

 

Durante el tiempo que los niños pasan dedicados a aprender o mejorar algo que no van a querer desarrollar porque no les gusta y no se les da bien, lo pierden de utilizarlo en mejorar y especializarse en aquello en lo que  destacan de manera natural y les apasiona.

 

Con estas reflexiones no pretendo que rompamos radicalmente con nuestro sistema de creencias o con la estructura de vida que hayamos creado, no pretendo invitarte a nada, únicamente a la reflexión. Soy consciente de que el cambio de mentalidad puede generar algunos miedos al principio, pero te invito a que lo pienses detenida y repetidamente, a ver si le encuentras sentido… La respuesta siempre estará en tu interior, en tus reacciones, tus emociones, tus inquietudes, tus miedos,… La información que llega a cada uno de nosotros lo hace justo en el momento en que estamos preparados para recibirla.