google2fe1c6f792688070.html

 

 

Hay quien ve un ser molesto, ruidoso y egoísta, protestón, contestón, quejicoso, exigente y difícil de gestionar que sólo se parece a aquel precioso e ideal bebé que un día tuvimos en los brazos cuando duerme. Por eso solemos escuchar, “es bueno mientras duerme” o “mírale, ahora parece un angelito”.

 

Cuando yo miro a uno de mis hijos, veo a un gran ser, un ser poderoso y maravilloso que ha venido para enseñarme cuánto puedo dar, cuánto estoy dispuesta a luchar, a reír, a jugar y a vivir, hasta dónde llega mi magia, mi imaginación y dónde están mis limitaciones, esas que, en parte intentará ayudarme a traspasar y superar y esas otras que aceptará. Veo a una gran persona que, con la guía y la ayuda  necesaria, podrá alcanzar todo aquello que desee ser o hacer.

 

Cuando miro a uno de mis hijos, me encuentro con un ser divino, amoroso por encima de todo, paciente y generoso que intenta aprender de unos adultos carentes, cambiantes  y desorientados y encajar en un entorno similar. Un ser que, cuando no actúa de forma agradable, es porque no puede más, porque no encuentra la forma de adaptarse a las circunstancias y no está recibiendo la ayuda necesaria para acompañarle a gestionar y superar ese momento.

 

Estamos acostumbrados a pedir a los demás aquello que nosotros necesitamos, a recibir antes que dar, a que los demás cumplan nuestras expectativas sin ni siquiera haberlas comunicado, en muchas ocasiones.

 

Nuestros hijos han venido porque nosotros les hemos llamado y, bajo esas circunstancias, no tenemos derecho a pedirles nada. somos nosotros, como adultos responsables quienes debemos encargarnos de que tengan todo aquello que necesitan para su desarrollo.

 

Somos los adultos quienes debemos cubrir las expectativas de los niños y atender sus necesidades, sus necesidades de descanso, de juego, de socialización, de alimentación, de cariño, de atención, de escucha, de respetar su ritmo y sus gustos.

 

¿Cómo te sientes tú cuando…

no eres dueño de tu tiempo?

no puedes elegir cuándo comer?

no puedes escoger alimentos?

no puedes vestir a tu gusto?

no puedes elegir a tus amigos?

no planeas las actividades del fin de semana?

no decides sobre tu peinado?

trabajas a diario en algo que te aburre?

no puedes moverte cuando necesitas?

has de abrigarte cuando tienes calor?

Si aún tienes un montón de razones por las cuales no tener todo esto en cuenta y piensas que no tiene tanta importancia, si aún no puedes conectar con las necesidades de tu hijo, puedes remontarte unos años atrás cuando tú mism@ vivieras una situación en la que un amigo o amiga, un jefe o tu pareja decidiera algo por ti sin tenerte en cuenta o unos años más atrás, cuando eras aún niñ@ y un adulto decidiera por ti algo que tú no querías.

 

¿Puedes acercarte ahora a lo que siente un niño en una de esas situaciones? Aunque pensemos que lo hacemos por su bien (supongo que eso pensarían las otras personas), no resulta agradable.

 

Y, ¿qué pasa si no podemos darles todo lo que necesitan? Pues que sí podemos decírselo, aceptarlo y compartirlo desde el corazón, que, por lo menos, sientan que les entendemos y podamos acordar una solución juntos con la que todos estemos conformes y nos sintamos tenidos en cuenta.

 

¿Qué ves ahora cuando miras a tu hijo? Pues según veas, pensarás, sentirás y actuarás.

 

Espero que pases un Feliz y Amoroso Fin de Semana!!!!