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Obediencia. ¿Cómo te sientes al escuchar esta palabra?

Los niños tienen que hacer caso y ser obedientes. ¿Y esta frase? 

Cuando pedimos obediencia a nuestros hijos estamos resolviendo la situación en ese momento pero no a largo plazo y las consecuencias que de ello resultan pueden no ser tan deseadas. Gestionar las necesidades de cada uno de nosotros desde un lugar de encuentro y comunicación es posible, simplemente es necesario conocer cómo hacerlo.

Normalmente todos somos obedientes, los niños van cada día a las escuelas, obedecen a un horario estricto, a un lugar en el que sentarse, a unos períodos en los que alimentarse, a unos ritmos para jugar y aprender y puede que incluso a unas ropas que usar. Por otro lado los padres hacen exactamente igual. Solemos todos obedecer a esas estructuras establecidas socialmente que, en muchos casos ni cuestionamos. Tras esas jornadas fuera de casa queda algo de tiempo libre, en el mejor de los casos, o en su lugar alguna extraescolar a la que adaptarnos para llegar a casa, hacer los deberes, tomar un baño y cenar para ir a la cama a una hora que permita un descanso suficiente.

Ahora todo esto ha cambiado. Ahora somos nosotros, los adultos, los padres y madres quienes estamos al cargo de nuestro día y el de nuestros hijos las 24hs del día. Ahora podemos decidir nuestra propia organización, así que la reflexión que me hago y te hago es: ¿Necesitas que tus hijos te obedezcan? Si es así, ¿por qué necesitas obediencia? ¿qué te pasa cuando no lo hacen?

Por regla general, necesitamos obediencia ciega cuando se trata de un peligro, cuando nuestros hijos están corriendo un riesgo. En ese caso, podemos comunicarles cómo nos sentimos (asustados, nerviosas,…), comentarles la razón (veo que estás corriendo cerca de la carretera mientras juegas con tu hermano) y hacerles una petición (me gustaría que jugarais más alejados de la carretera o que esperéis a cruzar para poder hacerlo con tranquilidad y seguridad en el parque). Estoy convencida de que los niños son capaces de entenderlo y colaborar. Para mí, esto no es obediencia sino colaboración.

Así que, incluso en las situaciones de peligro, es muy probable que no necesitemos pedir obediencia. Ahora que estamos padres e hijos todo el día juntos es posible que, al ser nosotros, los adultos los que nos hagamos cargo de nuestros hijos además de otras cosas, es probable que recurramos a pedir obediencia y es probable que la encontremos o no. 

Me gustaría compartir contigo que, cuando un niño acepta ciegamente y obedece los mandatos de un adulto o de cualquier otra persona:

  • Está viviendo una situación de sometimiento, el sometimiento es un tipo de violencia y genera  emociones como la ira, la rabia, el miedo y la frustración.
  • Estas emociones pueden ser reprimidas por el niño, pero no desaparecerán, así que actuarán en su interior, como encerradas en una cajita y puede ser que se activen contra el propio niño dañando su autoestima o que salgan descontroladas antes o después.
  • Sometiendo a otro ser, o sea, pidiendo obediencia, estamos estableciendo un patrón de abusador/víctima, así que el niño aprenderá a aceptar este sometimiento durante el resto de su vida porque es lo normal para él o, por contra, interpretará que el más fuerte tiene más poder sobre el más débil y aprovechará la ocasión de someter a otro en cuanto aparezca.
  • Estos patrones además, se aprenden y se perpetúan en el resto de relaciones emocionales futuras (amigos de la adolescencia, parejas, jefes, empleados, hijos…).
  • Y, por supuesto, esta relación padre/madre- hij@ nos aleja,  nos daña y nos distancia emocionalmente, porque cuando sentimos que la otra persona no está teniendo en cuenta nuestras emociones ni nuestras necesidades, sino que sólo es capaz de dar importancia a las suyas, cualquier persona y cualquier niño se siente mal, herido.

Sin embargo, podemos afrontar esta situación desde otro lugar:

  • Podemos encontrar y aplicar formas de comunicación que expresen nuestro sentir, nuestra emoción, nuestra necesidad.
  • Podemos practicar la escucha activa con nuestros hijos para conocer también su necesidad y su emoción
  • Podemos encontrar juntos soluciones intermedias con las que todos nos sintamos tenidos en cuenta.
  • De esta forma establecemos un modelo de relación y comunicación con los demás desde el respeto y la integración de las necesidades de cada uno, con lo que buscará el mismo respeto y equilibrio en sus relaciones futuras.
  • Sentirá reforzada su autoestima al sentirse respetado y tenido en cuenta
  • Comprobaremos que una relación basada en la comunicación conectiva y no violenta es una oportunidad para reforzar la relación con nuestros hijos y sanar si es necesario.

Por todo ello, no se me ocurre ninguna razón para aceptar la obediencia y vuelvo a plantear la pregunta ¿Necesitas que tus hijos te obedezcan? ¿En qué situaciones lo necesitas? ¿Por qué motivos crees que es tan importante? ¿Crees que hay alternativas o merece la pena intentarlo? ¿Cómo reaccionas si no lo hacen?