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No se conforman con nada…
Nunca tienen suficiente…
Se aburren de todo…

Durante los próximos días probablemente escuchemos frases de este tipo, las escucharán incluso los niños y puede que incluso, en algún momento, se nos pasen por la cabeza.

Sin embargo, me gustaría aportar unas reflexiones sobre el tema. 

 

Los regalos de Navidad los compramos nosotros, aunque normalmente escuchemos las preferencias de nuestros hijos. Somos nosotros quienes deberíamos decidir de forma consciente y responsable:

 

1. Cuáles son los regalos que van a aportar más disfrute a nuestros hijos

2. Qué cantidad  es la más adecuada , según nuestras razones 

3. Qué presupuesto podemos destinar a ello

Por lo tanto, se supone que los regalos que seleccionamos para que lleguen a manos de los niños y despierten en ellos esa ilusión y plenitud que esperamos, deberían cumplir con ello casi en el 100% de los casos, pero no sucede así. Es por ello que surgen los comentarios fruto de la frustración al ver que, pese a todos los esfuerzos, las expectativas no se han cumplido.  

Y es que de ahí parte una de las soluciones, en que los regalos podemos hacerlos de forma consciente, deseando aportar el máximo, pero sin esas expectativas tan grandes sobre cuál va a ser la reacción del niño al verlo. Podemos poner nuestra mejor intención en el regalo y permitir al niño que también haga, sienta y muestre las cosas desde el corazón. Porque cuando surgen esos comentarios tan hirientes y desafortunados, a mí me nace aportar las siguientes reflexiones:

 

  • La reacción de la persona que recibe el regalo no tiene la intención de causar efecto en nosotros, sino que surge de manera natural. Si nos afecta demasiado, podría ayudarnos profundizar un poco más en nuestro interior y en la propia gestión de las emociones. 

 

  • Si los regalos no entretienen suficientemente a los niños, probablemente es porque no necesitan tantas cosas y/o porque no ofrecen suficientes estímulos ni posibilidades. 

 

Estoy convencida de que lo que más necesitan esos niños es que alguien juegue con ellos, sentirse importantes para las personas de su familia, que les dediquen atención y tiempo de vínculo y conexión. Estoy segura de que si cambiamos nuestra mirada, si evitamos los juicios y fomentamos la conexión, el resultado es completamente distinto.