¿Te suena esta frase? Yo estoy harta de escucharla por todos lados desde hace años y todavía me duele. Cuando un niño recibe esta frase en mi presencia me pregunto ¿cómo se sentirá? ¿Te lo has preguntado tú alguna vez? Si yo recibiera esa frase de alguien a quien quiero con locura, que se supone que me ha elegido para formar parte de su vida y que debe ser quien me cuide y me proteja, me sentiría sola, pequeñita, incomprendida, aislada… Sólo de ponerme en situación, el cuerpo se me encoge…
Un niño está viviendo su infancia y lo que necesita es jugar y estar feliz. Entiendo que la realidad de nuestras vidas nos llevan a tener unos horarios y unos ritmos que cumplir. Aquí me gustaría también hacer un inciso, porque yo misma me he ido dando cuenta de que muchas de las cosas que «tenemos que hacer» y por las que vamos más deprisa o que nos impiden dedicar más tiempo al juego o los intereses del niño se pueden dejar para otro día o acumular en una tarde que nos dediquemos sólo a esto. A los niños lo que más les importa y nutre es conectarse con nosotros y jugar, para ellos es vital.
Sin embargo, como, en contra de lo que pensamos y nombramos, sí nos hacen caso, en su lugar:
se levantan cada mañana a la hora que les decimos
se cepillan el pelo aunque les duela
se ponen la ropa que hemos visto adecuada o el uniforme del cole
desayunan lo que hemos comprado
se adaptan a los tiempos que marcamos para salir de casa
entran en el cole a «en punto», ni 10 minutos antes antes ni después
siguen durante toda la mañana y la tarde las indicaciones de l@s profesor@s
comen la comida que les ponemos en el plato a la hora que hemos establecido
van al servicio tras pedir permiso
dejan en casa sus juguetes y peluches favoritos
aceptan las extraescolares hasta que les podemos recoger
con suerte tienen un rato para jugar el parque
vuelven a casa para terminar los deberes
se duchan cuando les toca
cenan cuando la cena está lista
se van a la cama cuando «ya es hora», independientemente de su sueño…
Por todo esto, cuando escucho nombrar que los niños no hacen caso, se me cae el alma a los pies. ¿Alguien está escuchando las necesidades de ese niño? ¿Alguien le está enseñando a escuchar al otro? Porque ellos sí lo están haciendo, pero poco a poco sucederá que finalmente dejen de escucharse a sí mismos o a los adultos.
Los niños no son robots, son seres que han venido a desarrollar su ser. No escuchar a los niños y no tener en cuenta sus necesidades es un acto de violencia tremendo que genera frustración, rabia, ira y daña la autoestima. Y ahora, ¿piensas que los niños no nos hacen caso?