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«Mi hijo tiene problemas de concentración, me acerco a él mientras juega y le pregunto de qué color es cada cosa que le señalo. Me preocupa porque confunde los colores».

Un día, una mamá con la que coincidía y compartía experiencias habitualmente me comentó su vivencia con su pequeño de dos años y medio.

Entiendo su preocupación porque era el tercer hijo y ya contaba con experiencia, así que su mente opinaba que los patrones de desarrollo y comportamiento de su tercer hijo debían coincidir con los de sus hermanos.

Contado con más detalle, ella me confesó: «Mi hijo pequeño tiene problemas de concentración». Mientras está jugando con los dinosaurios le pregunto: «Miguel, ¿de qué color es esta libreta?», el niño mira un segundo y me contesta, ¡Roja!» y así es. Seguido le vuelvo a preguntar «¿Y este coche?», «¡Azul!», vuelve a acertar. Pero, al tercero, le digo «¿Y esta pelota?» y, mirando rápidamente me responde «verde», cuando es naranja……»

A partir de estos comportamientos, nos aventuramos a sentenciar que el niño tiene un problema de concentración  y no nos damos cuenta de que queremos controlar tanto cada segundo del desarrollo de nuestros pequeños que no les dejamos espacio para SER ellos mismos y seguir su propio camino, su propio ritmo y sus propios intereses. Estamos con nuestra mirada puesta en tablas de crecimiento, aprendizaje y listas de objetivos que en observar  quién es la personita que ha venido a compartir esta vida con nosotros y a quien debemos acompañar.

Lo que a mí me preocupó fue la lectura que la madre hacía de esa experiencia porque no sé cómo lo ves tú, pero yo escuché que había un niño de dos años muy concentrado en una actividad, desarrollando todo un guión sobre la relación entre dinosaurios, poniendo quizás su energía en imitar diferentes voces, roles y demás. Viene su mami, a la que adora y a la que le encanta complacer y le distrae del juego con una pregunta sobre un color. El niño, con su mejor intención, le contesta y sigue jugando. Al minuto vuelve a interrumpir su concentración con una pregunta similar y vuelve a colaborar. Pero a l tercera ya no tiene ninguna gana…. Él lo que quiere, donde tiene puesta TODA su CONCENTRACIÓN es en su juego…

En mi opinión, tenemos muy aprendido este tipo de comportamiento y este modo de interactuar con los peques, sin embargo, no lo haríamos con un adulto porque en seguida pensaríamos que le estamos entorpeciendo la tarea en la que está. Pues yo siento lo mismo hacia los niños. Considero que dañamos mucho su concentración llevándola a sitios que no les interesa. Sí soy partidaria de dar opciones y propuestas, pero siempre escuchando cuál es la respuesta del que tengo delante y, además, durante todo el camino, porque también puede suceder que el niño acepte darnos su atención durante un rato y después ya no sienta el mismo interés y quiera retomar su actividad…. En ese caso, ¿has visto algún adulto que incluso ha tachado al niño de interesado o de poco interesado o de dejarle tirado???? Yo sí, y creo que no nos gustaría vernos en esas situaciones en las que ponemos, a veces, a los niños.

Con los años he ido poniendo cada vez más un poquito de atención en estos temas para ir siendo más cuidadosa y respetuosa con los pequeños y los mayores. Os animo a ir escuchando esas señales de las personas que nos rodean (independientemente de su edad) y respetarlas cada día un poquitito más.

Feliz Día!!!