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Esta semana estoy tratando el tema de los límites, los límites principalmente dirigidos hacia la infancia. Estamos muy acostumbrados a escuchar que tenemos que limitar a los niños, que los niños necesitan límites. Yo opino que los límites son naturales, no necesitamos ponerlos nosotros, no es necesario que los adultos los impongan a los niños y, menos, de manera arbitraria. Escuchamos hablar de límites, límites y más límites. Lo que normalmente me viene cuando escucho hablar tanto de límites o cuando alguien necesita un límite en su vida es o bien porque tiene miedo, por un peligro o porque la persona no tiene la capacidad o las herramientas necesarias para gestionar esa situación de cualquier otra forma. En la naturaleza, y nosotros somos seres naturales,  si limitamos artificialmente el crecimiento y el desarrollo de algo, esta planta o animal no podrá ver desarrolladas al máximo las capacidades que le correspondían de manera original. Por ejemplo, sin plantamos una sandía y le ofrecemos todo el espacio y las condiciones favorables para que se desarrolle con la mayor plenitud, alcanzará un perfecto tamaño, color, sabor… Sin embargo, si ese ser lo limitamos, limitamos su espacio, seguirá creciendo, pero no alcanzará el esplendor que podría haber alcanzado en un entorno rico y natural. Lo mismo sucede con los animales que crecen en cautividad vs. lo que lo hacen en libertad. 

Retomando el tema de los límites en la infancia, confieso que soy más partidaria de la comunicación. Los límites naturales van a estar presentes sin duda y la convivencia implica límites y respeto, por ello considero que no es necesario imponer más límites arbitrarios sino utilizar herramientas con las que tenemos que ser ejemplo para ayudarles a crecer de la forma más completa posible como es, por ejemplo, la comunicación.

La comunicación  me parece una herramienta válida para todo aquello que necesitemos en la vida, así que, como comentaba, me identifico como partidaria  de la comunicación y de la conexión más que de los límites arbitrarios.

Si, además, esto lo combinamos y nos comunicamos desde la conexión, lo más probable es que esa resistencia desaparezca por completo. También es posible que en algunos momentos no suceda así. Entonces te invitaría a revisar, porque normalmente existe otra razón para ese malestar emocional. Hay veces que es un sueño excesivo, otras es falta de conexión y otras veces esa reacción se ve provocada por un exceso de límites precisamente. 

Nuestra incapacidad en la comunicación también hace que necesitemos imponer estos límites en lugar de buscar un punto de encuentro. Así que, con la mejor de mis intenciones y la mejor de mis experiencias y de mis aprendizajes en la relación con mis hijos y con las personas que me rodean, te invito a que, en lugar de creer mis palabras las compruebes por ti misma y que, la próxima vez que vayas necesitar limitar una acción, una elección de un niño, te preguntes cuál es la razón por la que necesita hacer eso y, si aún así consideras que no es conveniente, que no es adecuado, si consideras que en ese momento no lo vas a poder sostener o acompañar, te invito a que se lo comuniques, a que hagamos un mayor uso de la comunicación para transmitir también nuestras necesidades y que, a través de la comunicación y de la escucha activa, consigamos hallar un punto de encuentro para nuestras relaciones con los más pequeños.