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Aprendí a avergonzarme de ella, a no expresarla, a negarla, juzgarla y rechazarla. ¿Cómo crees que que sentiría? La rabia no ha sido creada por la naturaleza para hacernos la vida imposible! No, la rabia ha sido creada para funcionar a nuestro favor, para protegernos. Sí, aunque te extrañe, aunque te suene raro, así es. Ha sido creada para cuidarnos, para transmitirnos e indicarnos que algo no está yendo bien, que hay algo que estamos viviendo que va en contra nuestra y de lo que ya no queremos más. 

Ignorar la rabia, rechazarla, negarla o esconderla, en realidad no soluciona nada, no nos convierte en mejores personas ni nada por el estilo, ya que, al permanecer ésta escondida en las profundidades de nuestro interior, sigue percibiendo la amenaza que experimenta con el agravante de que va creciendo sin ser vista, lo que puede causar una explosión repentina, inesperada y descontrolada.

Por sorpresa para mí, después de toda una vida evitando la rabia, mi hijo me la presenta en bandeja un día sí y otro también. Como dato curioso te compartiré que no fue a los «terribles dos años», ni siquiera a los tres y medio cuando nació su primer hermano, ni tan sólo a los cinco y medio cuando nació su hermana. Fue después de varias situaciones acumuladas y no atendidas y resueltas de manera adecuada que comenzó a expresarlo con las herramientas con las que contaba. 

Cuando los niños expresan rabia en forma de «rabietas» solemos actuar de la manera en la que yo actuaba y según hemos aprendido la mayoría de nosotros: solemos juzgar, rechazar, ignorar e incluso, dependiendo de cómo haya sido nuestra experiencia infantil, podemos llegar a gritar, castigar y pegar.

Cuanto más enjuiciaba y rechazaba el comportamiento de mi hijo, más aumentaba su rabia. Él necesitaba ser más escuchado, más tenido en cuenta, necesitaba más amor y mi reacción aumentaba más todavía aquello que le estaba dañando. 

¿Cómo lo resolví? Entrando en el maravilloso mundo de la Comunicación No Violenta y la Empatía.  Comprender el verdadero origen de su expresión, validar su legitimidad, empatizar con aquello por lo que estaba pasando, tomar conciencia de la soledad con la que lo vivía y el desespero que le llevaba a expresar tal malestar, fueron los cambios que se produjeron en mi interior y que me permitieron conectarme con él y buscar las herramientas necesarias para acompañarle durante esos momentos hasta conseguir que se disolvieran. Hacerme con la información, la formación y las herramientas adecuadas permitió poder cubrir sus necesidades en mayor medida y establecer una comunicación que nos sirviera de puente y ayudara para aquellos momentos en los que no era posible.

¡El cambio no se hizo esperar! Te invito a acompañar a tu hijo en sus momentos de rabia, a aceptar, nombrar y validar que hay algo que le está sucediendo, aunque no podáis identificar qué es en ese momento, no importa, lo que más va a ayudarle es tu presencia incondicional y libre de juicios, dar salida a la emoción la hará desaparecer para poder volver a la calma y, entonces, quizás, ir poniendo palabras hasta llegar a lo más profundo de su realidad. 

Recuerda que las personas no somos un método ni un camino seguro, el recorrido está en nuestro interior y sólo se puede acceder paso a paso con cuidado y con cariño. El camino requiere de su tiempo y trabajo, pero crea miradas llenas de brillo.