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Aunque pueda parecer muy duro, el origen de la violencia es el hogar y la familia. Y no es algo que hable desde el lugar de quien ha leído unos cuántos libros sobre ello, lo digo desde la transformación personal que he ido haciendo durante los últimos años. Yo que había criado a mi hijo con amor, que le había porteado a demanda, que le había amamantado también a demanda, que colechábamos, que le había desescolarizado y le había proporcionado un entorno natural para vivir, tuve que pasar por momentos de expresión violenta de mi hijo sin entender la razón, horrorizándome por su intensidad.

 

Entonces, yo era una completa analfabeta emocional y la mejor reacción que salía de mí era juzgar ese comportamiento y rechazarlo, alegando que no nunca le habíamos tratado así. En efecto, en casa no había escuchado gritos, golpes ni insultos, no había recibido humillaciones chantajes ni castigos, lo cual, me llenaba de razón para criticar su comportamiento y no identificarlo con la familia.

Por lo tanto, al decir que la cuna de la violencia es el hogar, la familia, no sólo me refiero a que los niños reciban violencia activa, exclusivamente, porque no era mi caso. Lo que yo había aprendido que había que hacer ante esos comportamientos era «no le hagas caso», «se te va a subir a la chepa», «si hace eso con 7 años, espérate a la adolescencia»…. con lo que todos aquellos juicios no me ayudaban y, consecuentemente, a él también. 

Cuando nos encontramos ante estas situaciones, lo pasamos fatal, tanto los padres como los hijos, claro… por eso se comportan así. Tras años de estudio, formación y trabajo personal, ahora ya puedo comprender que un comportamiento así esconde un gran malestar y que el juicio y la crítica no sólo no ayudan sino que nos distancia más y empeora la situación. ¿Cuando te sientes mal y te juzgan, cuál es tu reacción?

 

«Gracias» a esa experiencia, pude llegar a integrar que existen otras formas de violencia, que no prestar a un niño toda la atención que necesita (aunque realmente no se la podamos dar, desde nuestra vivencia adulta) es violencia, que no amar incondicionalmente a un niño es violencia, que juzgar es violencia y que no acompañar las emociones de los niños es violencia.

 

Un niño se expresa de manera violenta porque siente violencia. Un niño que se siente bien, pleno, querido, atendido y satisfecho, no se expresa de forma desagradable. Las emociones no están para ser tapadas ni bloqueadas, la naturaleza diseñó las emociones como indicador de nuestro estado. Un niño no se siente mal para fastidiar a nadie, simplemente está conectado con lo que le está pasando por dentro. Si no atendemos esas emociones o expresiones de malestar, si no les acompañamos y brindamos herramientas para expresarlas, canalizarlas y buscar una solución, se quedarán grabadas en el cuerpo como patrón de comportamiento y obtendremos como resultado una sociedad violenta.

 

Solamente con la lectura de algunos libros de contenido muy valioso, la ayuda de profesionales formados en Comunicación No Violenta, el acompañamiento de Yvonne Laborda en sesiones de terapia personales, en su formación Crianza Consciente y Educación Emocional y Sanar la Herida Primaria, mi formación como doula en Ser Doulas, la guía constante de mis maestros Ariel, Marcos, Álex y Martina y mi compromiso y voluntad, he conseguido comprender el origen de las emociones y sus expresiones y poder acompañarlas para liberarlas y sanarlas. Y puedo decir que, a pesar de encontrarme con momentos muy muy duros de digerir, ha sido uno de los mejores regalos que he recibido, una oportunidad para crecer como persona, que me pone retos cada día. Y que los cambios en el comportamiento de los niños son increíbles y mágicos, tras los cambios en nuestro comportamiento.