google2fe1c6f792688070.html

Cada año escucho varias veces el típico «a ver si llegan ya las vacaciones y empezamos a disfrutar», pero después sigue sucediendo que vamos con prisa, que seguimos riñendo, gritando, exigiendo y chantageando… Parece que algo impide que paremos, que nos detengamos en el momento presente sin expectativas en qué pasará después. 

Me encanta compartir que en los últimos años me he convertido en profesional de la observación. Me llena plenamente darme cuenta de que estoy quieta, totalmente parada exterior e interiormente, disfrutando de lo que veo, disfrutando de lo que uno de mis hijos me muestra, me cuenta o hace. 

 

Siento una paz profunda cuando puedo ofrecerles tiempo sin prisas, cuando puedo simplemente acompañarles en sus descubrimientos, en sus exploraciones o en sus quehaceres.

Sentirnos escuchados es sentirnos importantes. 

 

¿Cómo te sientes cuando tu pareja o tu mejor amiga te escucha plenamente? ¿Y cómo te sientes cuando no lo hace?

 

Tejer esa relación con nuestros hijos y disfrutar del tiempo juntos supone un regalo inmenso que nos acompañará para toda la vida. 

 

Cosas para hacer siempre hay

Siempre hay ropa que doblar (hace años que yo no plancho)

Siempre habrá más platos por fregar

Juguetes por colocar (antes de que se vuelvan a sacar)

Siempre habrá una compra por hacer, algo que falta

Pero al final de esta carrera, nos damos cuenta de que nuestros hijos han crecido demasiado

y que ya no quieren contarnos o mostrarnos esas cosas que antes sentíamos como un impedimento para seguir haciendo

Eso podemos evitarlo si no dejamos de estar

si no dejamos de compartir con ellos su tiempo, su ritmo y sus intereses.

Cualquier momento es el mejor momento para comenzar el cambio

¡Aprovecha este verano!