Algo que comprendí hace algunos años durante mi formación con @yvonnelaborda, es que solemos fijarnos en el comportamiento de los niños y juzgarlo. Ese pensamiento hizo un click en mi mente que transformó esos juicios que yo hacía para comenzar a entender y, al entender, mi respuesta ante esos diferentes comportamientos cambió.
A todos nos gusta estar rodeados de niños felices, amables y armoniosos que juegan a nuestro alrededor, pero, ¿estamos nosotros siempre del mismo «buen humor»?
Yo había intentado que mis hijos no expresaran ese malestar intenso que a veces vemos en los niños y que, al menos a mí, me resultaba tan desagradable y no podía evitar rechazar. Pero, claro, si un niño se está expresando taaaannn mal, es que debe sentirse muuuuuuy mal y, si su madre le rechaza en ese momento y se aparta de él porque está enjuiciando y valorando su actitud, le deja solo ante ese momento.
Te invito a hacer una reflexión aquí y ahora, cuando te has sentido súper mal, tan mal que has explotado y sientes que tienes todo el derecho del mundo porque te sientes fatal y no puedes contener más todo ese malestar en tu cuerpo, y te encuentras con que alguien importante para ti, de quien esperabas ayuda te juzga y se aparta. ¿Cómo te sientes en ese momento? Yo me siento peor, me siento más rabiosa, incomprendida, siento injusticia…. Me siento sola
¿Tú también? Así es como normalmente nos sentimos todos, nuestro dolor aumenta. Así es como se siente un niño, que, además, no suele tener tantas herramientas para expresar y gestionar sus emociones.
Me gustaría también que pensaras en una situación en la que fuiste a un lugar en el que te recibieron con los brazos abiertos y te trataron como a un rey/una reina. Cuando me ha pasado eso, he sentido la necesidad de devolver ese trato maravilloso de alguna forma, aunque sea con un gran abrazo… Esa gratitud que sentimos en nuestro pecho y no nos cabe, necesita salir de alguna forma.
Pues con la rabia pasa lo mismo. Y con el resto de emociones. Las emociones son solamente una lucecita que nos indica cómo van las cosas, como las luces del cuadro de mandos de un coche, que no por apagarlas, se soluciona el motivo.
Cuando comprendí que si nos sentimos bien, nos comportamos bien y que si nos sentimos mal, nos comportamos mal, mi foco cambió y mi atención comenzó a dirigirse hacia el sentir de ese niño.
Entonces surgieron otras cosas:
¿Puedo hacer algo para ayudarte a sentir mejor?
¿Qué me pasa cuando los demás expresan sus emociones?
¿Puedo yo acompañar esas emociones?
¿Tengo herramientas?
Así que, cuando ponemos nuestro foco en el origen del bienestar o del malestar, podemos tener la posibilidad de transformar el momento.