Los celos entre hermanos es algo que socialmente está normalizado, se asume que va a ocurrir y, por lo tanto, no solemos hacer nada para evitarlo, ya que pensamos que «es normal».
Normalmente me gusta hablar en base a lo que he estudiado y a lo que he experimentado y normalmente los dos puntos de vista suelen coincidir, pero, en este caso no existe ninguna duda.
Durante estos días de verano, en los que pasamos más tiempo juntos, se hace más evidente que nunca estos celos, ya que la exposición a los hermanos es mayor.
Hace seis años, cuando mi tercera hija estaba a punto de nacer y mi segundo hijo tenía sólo dos añitos, escuchaba mucho ese de «¡Pobrecito! ¡Qué mal lo va a pasar cuando nazca su hermana!!» Yo no entendía porqué, entre mi primer hijo y mi segundo hijo nunca hubo celos, sino todo lo contrario. Mi respuesta fue siempre «Si tengo que estar dos años sentada en el suelo con dos niños sobre mi cuerpo y dos tetas fuera, así lo haré». Y así lo hice más o menos, decidí portear a Martina en la espalda para que Álex tuviera acceso pleno a mis brazos y al pecho y yo pudiera acompañarle a cualquier sitio si así lo deseaba. El resultado fue que Álex adoró a su hermana desde el primer momento en que la vio. Durante su crecimiento, tengo fotos de Álex dando de comer a Martina, acariciándola mientras uno era porteado delante y otro detrás y risas y miradas cómplices mientras tomaban teta a la vez.
¡Pero no ha sido siempre así! En el momento en que Martina tuvo la necesidad de explorar caminos diferentes a los de Álex y tenía que acompañarla, ya que Álex iba acompañado de su hermano mayor a la voz de «Mami, no te preocupes, que yo me encargo…» Entonces comenzaron a haber señales de malestar y no es que ninguno de los niños hubiera cambiado. La lección es que el «problema» de los «celos» no es de los niños, sino que es una alerta que nos envían de que sienten malestar porque no están recibiendo la atención que necesitan o sienten que están recibiendo menos atención que otro hermano.
Normalmente, cuando un niño siente celos y se comporta mal por ello, suele recibir juicios y críticas, cuando lo que realmente necesita es ayuda. Lo que necesita es un adulto amable que se le acerque amorosamente y averigüe la forma en que puede ayudarlo a sentirse tan especial como para volver a comportarse de forma armoniosa. Estoy convencida de que nosotros nos sentiríamos de la misma forma si nuestra pareja se busca otra pareja complementaria o nuestra mejor amiga anda cuchicheando con una tercera.
Si pretendemos negar el sentimiento de celos, en lugar de acompañarlo, en realidad no va a desaparecer. Es probable que no lo exprese delante de nosotros para no provocar nuestro rechazo o enfado, pero bien lo hará a escondidas o interiorizará el pensamiento de que él es el problema, que es malo o envidioso. Si esconde su emoción, puede sentir distancia emocional con los padres, soledad, incomprensión, rencor. Otra opción es que comience a hacer travesuras, dejar de comer o tener pesadillas por las noches, cualquier cosa para atraer esa atención que tanto necesita…
Así que los «celos» en realidad son una alarma, una oportunidad que nos envía el niño para comunicar su malestar y podemos aprovecharla para ver qué está pasando, qué necesitamos corregir o ajustar para poder restablecer el equilibrio y nuestra relación. Es una ocasión, además, para brindarles herramientas de comunicación, escucha y autoescucha y gestión emocional. Nosotros somos el modelo, quienes debemos acompañarles en cada una de sus emociones sin intentar negarlas ni hacer que desaparezcan, sino acompañándolas y acercándoles herramientas con nuestro ejemplo para que ellos vayan aprendiendo poco a poco a identificar sus necesidades, sus emociones, a comunicarlo de forma no violenta y a gestionarlo.
¿Has observado este tipo de comportamientos rivales entre tus hijos? ¿Cómo lo has gestionado?