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Solemos referirnos a la adolescencia como si de un terrible período se tratara, recibimos comentarios negativos por todos lados con respecto a esta etapa y, lo peor es que ellas, las personas adolescentes, también los oyen y se los atribuyen, pasando a formar parte de su lenguaje interno y su identificación.

Durante la adolescencia suceden cambios, sí, no sólo físicos, claro. A lo largo de esta etapa se dan algunas de las transformaciones a nivel neurológico más importantes de nuestras vidas y es necesario tenerlo en cuenta.

Es probable que veamos a nuestro hijo o hija ya crecido, que nos pasa en altura, con cuerpo adulto (aparentemente) y con comportamientos que nos llevan a perder los nervios. Resultaría fácil reconocer a nuestra persona adolescente en una actitud más infantil que cuando tenía dos o tres años y puede ser que no demos crédito, pero he de pedirte calma y paciencia ya que no lo hace por fastidiar, sino arrastrado por ese cambio a nivel neurológico que se está dando en su ser.

Por otro lado, como todo en la vida, tiene que tener su lado positivo, así que ¿ qué tal si ponemos algo de foco en él?

Sabemos que los adolescentes son efusivos y explosivos, están llenos de vitalidad (al menos en ocasiones). Aún son soñadores y entusiastas, todavía tienen ganas de cambiar el mundo y cuando se obsesionan con algo no paran… Te invito entonces a:

  • Fomentar estos rasgos para incluirlos en nuestra sociedad en lugar de apartarlos
  • Escucharlos con atención en lugar de juzgarlos
  • Valorar aquello que sí pueden aportar en lugar de reprocharles lo que no

¿Qué te parece?

Todo proceso vital esconde nuevas oportunidades, en este caso, es cierto que las personas adolescentes necesitan un acompañamiento especial y desarrollado. Ya no nos necesitan de la misma manera que un niño y podemos llegar a pensar que no requiere nada, pero hay que estar atento y disponible cuando llegue el momento oportuno. Será entonces cuando aparezcan nuestras oportunidades… ¿Cuáles? Yo observo principalmente tres:

1. La de desarrollar todas aquellas habilidades emocionales que no hayamos alcanzado aún, la escucha activa, la empatía, la asertividad, la comunicación no violenta, la comprensión, la paciencia, el establecimiento respetuoso de límites,…

2. El reconocimiento de nuestra propia historia durante nuestra adolescencia para poder sanarla y estar listos para acompañar la adolescencia de nuestros niños y niñas.

3. La reconexión con nuestra persona adolescente si no lo hemos logrado hacer durante la infancia.

Ellas necesitan adultos empáticos dispuestos a conectar y acompañarles a lo largo de esta etapa de transición, nosotros podemos informarnos y formarnos para hacerlo, obteniendo un sin fin de regalos que iremos recogiendo a corto, medio y largo plazo. 

Ellas no pueden ignorar el proceso que están viviendo, nosotras podemos aportar la diferencia, ¿Te animas a cambiar la mirada hacia la adolescencia cambiando así el final de la historia?