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La posibilidad de hacer algo con el fin de fomentar la curiosidad de nuestros pequeños es una idea que nos acompaña a menudo a padres, madres y docentes y quizás hemos olvidado que se trata de algo que es natural en nosotros. Gracias a que la curiosidad es inherente a la especie humana hemos evolucionado y llegado hasta donde estamos hoy en día, en lugar de habitar aún en las cavernas. Desde el inicio de nuestra vida extrauterina los seres humanos somos curiosos, lo cual nos permite aprender de manera constante e inevitable. Por ello soy partidaria de atender dicha curiosidad y satisfacerla, en lugar de adormecerla para sentir la necesidad de fomentarla después.

 

En mi experiencia durante 13 años acompañando el aprendizaje de mis tres hijos he podido llegar a resumir todo esto en 3 claves que seguro nos ayudarán a mantener despierta y activa esa curiosidad natural que vibra en nuestro interior. 

 

Estar presente.  Pasar tiempo junto a nuestros hijos, tengan la edad que tengan, y en actitud activa y observadora nos permite presenciar cada uno de esos momentos en que la curiosidad despertada por el entorno asoma a través de la mirada del niño. 

Desde el momento del nacimiento los ojos de un bebé analizan exhaustivamente todo lo que el desarrollo de sus ojos les permite ver. Conforme los días avanzan, los bebés posan firmemente su mirada sobre cualquier rostro que se acerque y, poco a poco, intentarán también alcanzarlo con sus manos. Más adelante esta curiosidad por conquistar nuevos y atractivos horizontes se trasladará al gateo, la marcha, la tendencia a escalar los muebles y después pasará a las preguntas que nos acompañarán a lo largo del día. 

Un niño que siente la presencia activa de un adulto se sentirá seguro y confiado para preguntar a terceros o explorar el entorno.

 

Permitir y participar. Los niños necesitan mantener un vínculo con los adultos y sentir su valoración y aprobación. Es por ello que necesitarán nuestro permiso explícito o implícito para poder explorar determinados terrenos. En algunas ocasiones nos pedirán que les acompañemos a algún sitio que despierta su interés o preguntarán si aceptamos que vayan ellos, dependiendo de la edad y el carácter del niño, pero en otras ocasiones observarán nuestra actitud ante determinada situación y esperarán a copiar nuestra reacción. Si nosotros nos limitamos la experiencia, ellos se la limitarán antes de haber empezado, aunque les haya llamado la atención. 

Interesarnos por aquello que detona el brillo en su mirada también es una manera de darles permiso para seguir avanzando en el terreno, de validar y permitir que continúen hacia adelante. 

Proponer. Ofrecer alternativas similares o avanzar un paso más allá en lo que ha despertado su interés es, sin duda, abrir una ventana para seguir alimentando esa curiosidad.

Sí me gustaría aclarar que lo más importante es probablemente nuestro cambio de mirada. Estar presente, permitir, participar y proponer no significa que el niño esté obligado a interesarse por algo en el momento en que nosotros esperamos que lo haga. 

Actualmente los niños suelen experimentar saturación de información, así que es importante aceptar y respetar su necesidad de descanso mental. Se trata de actuar con intención, pero sin expectativa. Tal y como hacemos al sembrar una semilla en la tierra. Sabemos que forzando se rompe el proceso y que la naturaleza conoce cómo llevarlo a cabo perfectamente, sólo es necesario prestar atención y apoyar si vemos que hace falta. Por lo tanto, ofrecer un terreno fértil a nuestros hijos y mantenernos cercanos y disponibles es lo que marcará la diferencia permitiendo que su curiosidad se desarrolle saludablemente y de manera natural.