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El verano avanza, el calor nos deja sin energía, podemos tener el ritmo de sueño cambiado porque aprovechamos para disfrutar por la noche cuando ya refresca, vivimos las últimas semanas de manera intensa, pretendiendo aprovechar todo lo posible antes de volver a la rutina de septiembre y es posible que eso también nos empiece a pasar factura.

¿Notas que los niños lloran por cualquier cosa? ¿Surgen más peleas en casa? ¿No quieren más que ver la televisión? ¿Te cuesta muchísimo sacarles de casa para hacer cualquier actividad? ¿Estás empezando también tú a sentir ese cansancio y piensas que no vais a poder sacar todo el partido a este verano? 

Tranquila, hay solución. Creo que esta situación la hemos vivido casi todas las madres y es muy fácil de resolver tan sólo aplicando las tres claves que hoy voy a compartir contigo. 

Existe toda una experiencia inconsciente que hemos recibido y aprendido en la que solemos pensar que los niños tienen que adaptarse a aquello que los adultos organizamos. Incluso cuando tenemos en cuenta las necesidades de un niño y preparamos actividades en nuestro día a día adaptadas para él, lo hacemos en base a nuestras posibilidades (de lo cual no somos conscientes muchas veces) y es igualmente lícito que no llegue a cubrir las necesidades del niño en cuestión. 

Es probable que, tanto si tenemos que trabajar en las próximas semanas como si no, si nos va nos de vacaciones como si no, tomemos decisiones sobre nuestros hijos sin contar con ellos o que, aunque lo hayamos hecho en un primer momento, su necesidad haya cambiado y no estemos teniéndolo en cuenta entonces. Por ello, la primera de las claves que me gustaría proponerte para poder terminar este verano con éxito, sean cuales sean tus circunstancias es: 

  • Escucha

La escucha es primordial en cualquier tipo de relación. 

  • No podremos tener buena relación con un perro al que no damos de comer, sólo le ofrecemos vegetales o proporcionamos poca agua
  • Obtendremos un resultado insatisfactorio si plantamos un girasol en un lugar sombrío
  • Nuestra mejor amiga no volverá a viajar con nosotras si organizamos  un viaje de visitas culturales cuando lo que a ella le gusta es la naturaleza

¿Verdad que estos ejemplos los entiende todo el mundo? Entonces ¿cómo es posible que muchas veces falte escucha hacia los niños? A veces consiste en escuchar su necesidad de descanso, a lo mejor están cansados y no quieren ir a esa visita que habíamos programado. A lo mejor su concepto de disfrutar está más cercano a quedarse una hora más en la cama por la mañana, a ver una peli después de comer mientras le hacemos un masajito en los pies o a   quedarnos una noche en casa sin salir a pasear y tomar el fresco cambiándolo por una noche de historias inventadas. 

Hay niños que son muy calurosos, otros que son nocturnos, unos más movidos y otros necesitan más calma, por ello resulta tan importante escuchar esos ritmos y necesidades para poder convivir en equilibrio con ellos. 

Y, de la misma manera, es importante la auto- escucha. Tras todo el año trabajando o siguiendo ritmos escolares, es probable que tengamos también nosotros ganas de disfrutar y de satisfacer necesidades aún no cubiertas. Éstas pueden ir desde dormir una siesta diaria hasta salir de fiesta por las noches. Podemos encontrarnos con un viaje lleno de planes, actividades y expectativas que pueden interponerse entre nuestras necesidades y las del resto de nuestra familia, por ello, la importancia de la auto- escucha. Tomar conciencia de nuestras propias necesidades y nuestras expectativas puede marcar la diferencia entre disfrutar de las próximas semanas o volver a la rutina con la maleta llena de frustración. 

De ahí que surja la segunda clave: la flexibilidad. Ser flexible es un gran don y, cuando se trata de pasar el día con niños, más aún. Sus ritmos no tienen nada que ver con los nuestros. Su energía puede ser intensa en determinados momentos y pasar al cansancio con la misma intensidad, así que, si queremos aportar paz y armonía a las próximas semanas, es imprescindible revisar nuestro grado de flexibilidad para poder integrar las diferencias en la energía y en los ritmos y necesidades de cada uno de los integrantes del plan. 

Podemos encontrarnos con que hayamos trazado junto a los niños,  teniendo en cuenta su propuestas y peticiones, un plan y que, llegado el momento, no quieran seguir con ello o completarlo. Intentar seguir adelante es una opción, pero nos puede llevar a esa lucha que justo buscamos esquivar.

Y, de esa manera, llegaríamos a encontrarnos con la tercera de las claves: conexión. La conexión es, de alguna manera, lo que se crea como resultado de aplicar la escucha, la autoescucha y de ser flexibles, integrando las necesidades de cada cual en cada momento.  Conexión es lo que siente un niño o cualquier persona cuando convive con alguien que le siente, que le respeta, que le trata con amor y consideración. La conexión es lo que sentiríamos en esas vacaciones en que nuestra pareja nos propone acompañarle a una caminata por montaña cuando nos apetece ir al spa pero que es capaz de post-ponerlo para el día siguiente, respetando nuestro ritmo y nuestra necesidad de descansar, pero nos confiesa que le hace una gran ilusión compartir con nosotras esa experiencia. 

Cuando alguien siente que es escuchado y tenido en cuenta, aumenta la conexión con la otra persona y, a mayor conexión, mayor cooperación. Por contra, al no sentirnos escuchados ni tenidos en cuenta (integrados), nuestra conexión disminuye y, con ella, nuestras ganas de colaborar. A los niños, les sucede lo mismo. Por ello decidí compartir contigo estas tres claves que tanta armonía han aportado a mis días y tanto me han ayudado en la relación con cada uno de mis tres hijos y mi pareja. 

Deseo de todo corazón que a ti también te resulten de gran valor.