Los niños son nuestro reflejo. Ellos aprenden a hablar la lengua materna porque es lo que han escuchado en su entorno, aprenden a utilizar falda o pantalón en función de lo que ven a su alrededor y es un hecho que tenemos ciertas expresiones verbales o gestuales según la región geográfica en que vivimos. Por lo tanto, no podemos escapar de la idea de que los niños aprenden de lo que ven y de lo que viven.
¿Por qué entonces ponemos el foco en lo que no nos gusta de ellos en lugar de mirar a nuestro alrededor o en nosotros mismos qué es lo que está fallando o deseamos corregir?
Hemos aprendido a mirar afuera, a cambiar al otro, pero no estamos acostumbrados a mirar dentro, auto-analizarnos y ver qué sucede que nos incomoda.
Así pues, lo que sucede es que constantemente escuchamos comentarios de juicio y corrección hacia el comportamiento o acciones de los niños.
Si les enjuiciamos, ellos aprenderán a enjuiciar
Si les criticamos, ellos aprenderán a criticar
Si les corregimos de manera irrespetuosa, ellos aprenderán a corregir así
Si les castigamos, aprenderán a castigar
Si les rechazamos cuando no aprobamos su actitud, aprenderán a rechazar
Si les sometemos, aprenderán a someter
Sin embargo, si les damos un ejemplo, si nosotros nos convertimos en su ejemplo y les mostramos de manera amorosa cómo hacerlo, es entonces cuando podrán aprenderlo. Probablemente no siempre lo harán tal cual, pero, al menos, tendrán el ejemplo de cómo sí hacerlo (según nuestra expectativa) y podrán ir aprendiendo poco a poco.
También es necesario entender que ellos son otra persona distinta de nosotros, que compartimos espacios y muchas más cosas, pero que cada uno tiene su propio carácter, su forma de afrontar las cosas y, además, tienen derecho a hacerlo así, al igual que nosotros tenemos derecho a hacerlo diferente que otras personas.
Cada cual actúa de una forma determinada por una razón y, aunque desconozcamos esa razón existe. Es posible que ni siquiera el niño la pueda nombrar porque no es consciente, pero sí la puede sentir.
Así que, ante actitudes que no nos gustan, lo que propongo es:
Comunicar nuestro sentir, nuestra incomodidad o desacuerdo de forma respetuosa
Proponer alternativas
Observar de dónde lo ha aprendido así cómo se está sintiendo para comportarse así
Analizar nuestro comportamiento en cuanto a ese tema y el del entorno cercano
Aceptar que no tenemos por qué ser iguales
Pero NUNCA juzgar, criticar o despreciar, porque ellos están aprendiendo y, en todo caso, lo que necesitan es nuestra guía, nuestro amor y nuestra ayuda.